domingo, 11 de abril de 2021

Amantes de mis cuentos: El espejo

 



Siempre pensé que era un cuento aquello de la madrastra de Blancanieves. Pero, por si acaso, al cumplir quince años les pedí de regalo a mis padres un espejo de mano y como si fuera un ritual todas las mañanas le preguntaba:

 

‒Espejito, espejito mágico, ¿Soy guapa? ¿Cómo me ven mis amigos?

 

Y no hacía falta que me contestara. La imagen que me devolvía era siempre de mi agrado.

 

Desde hace unas setenta décadas ha estado a mi lado y todos los días, le he pasado un paño para quitarle el polvo, el marco lo embellecí con láminas de oro y a la empuñadura le coloqué un Adonis con singular maestría, que se perdió con los años. Era mi gran amigo.

 

En reciprocidad, hoy, el desagradecido, me mostró a una anciana con el pelo cano, arrugas y manchas en la cara, en el cuello. Es como si se burlara de mí. A mi aspecto lo mínimo que le debe tener es respeto. Eso no se lo puedo permitir.

 

Le estaba amenazando con hacerle añicos justo en el momento que llegó mi nieta. Al oírme se llevó un buen susto, era su espejo preferido, lleva mucho tiempo rogándome que se lo deje en herencia. Me lo quitó de las manos, se miró en él y con voz entrecortada me dijo:

 

‒Por favor, abuela, no lo rompas. ¡Mira de mí no se burla!

 

 

© Marieta Alonso Más

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