domingo, 21 de julio de 2024

Amantes de mis cuentos: Amigas y vecinas

 




Esta tarde me asomé a la ventana junto a mi abuela.

Todo era quietud, silencio. Enfrente otra anciana miraba la calle desierta. A su lado una niña y una muñeca con los rostros entre los barrotes de su terraza. Llamaron mi atención:

‒¿Quieres jugar conmigo? ‒grité.

‒Vale ‒y bajó la cabeza como avergonzada.

Mi abuela abrió la puerta de cristales del salón. La abuela de la niña hizo lo mismo. Y las dos nos sentamos en el suelo de la terraza de cada una. Me presentó a su muñeca, se llama Hada y yo le señalé a Micifú, el gato más arisco del mundo y a gritos le conté que esa mañana había cazado un ratón y se lo había comido. El minino levantó la cabeza sabía que hablábamos de él.

Ella estaba triste, pero me abrió su corazón y explicó que su mamá y su papá, ayer, se habían ido a trabajar a Francia y que estarían allí siete meses, unos doscientos catorce días más o menos. Tenía un calendario y había marcado cada día con un círculo, por ese motivo, había venido a vivir con la abuela. Yo le dije que mis padres se habían ido al cielo, para siempre, pero que desde allí nos cuidaban a mi abuela y a mí. Y todas las noches le contaba a la foto de boda que tenía en mi mesita de noche lo que había hecho durante el día.

—Y tú ¿apareces en ella?

—No. Yo aún no había nacido.

—¡Ah! —se asombró mi amiga— entonces no pudiste comer pastel.

Mientras tanto las abuelas y vecinas, primero se saludaron, luego hablaron del tiempo tan agradable, que la primavera había llegado sin avisar y de repente llegaron a una feliz conclusión, que bien podrían ir al parque para que nosotras jugáramos, mientras ellas conversaban de sus cosas.

Desde entonces por las mañanas vamos al colegio y todas las tardes salimos de paseo. Nunca me he sentido tan feliz.  


© Marieta Alonso Más

lunes, 15 de julio de 2024

Nuevo Akelarre Literario nº 106: Un laberinto mágico

 




El laberinto es un espacio para ser recorrido que se encuentra en el límite entre el paisaje y la arquitectura. Se caracteriza por permitir experimentar una cierta iniciación o prueba a través de sus diferentes rutas, mientras se busca el centro o la escapatoria de este. Quizás el más recordado sea el de Creta, con el mito del Minotauro.

En este lugar mágico nuestras escritoras sitúan diferentes historias: la de una joven indecisa; una mujer que ha de tomar una resolución; alguien que inicia una nueva carrera y un niño que intenta emular a un héroe.


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https://www.nuevoakelarreliterario.com/el-laberinto/ 

domingo, 14 de julio de 2024

Amantes de mis cuentos: Una noche caótica

 



 

He decidido no volver a saludar a mi vecino del 5º, llevo cuarenta años dándole los buenos días y aún no se digna contestarme. Es un borde, un maleducado, un impresentable. Y su mujer, punto menos, se cree que nació de la pata de Babieca o que es familia del Cid. No se hablan con nadie del edificio. ¡Mejor!

Aquí estoy en la ventana, nerviosa, son las dos de la madrugada y mi niña que ya tiene treinta años, pero para mí es como si tuviera quince se le ha olvidado enviarme un mensaje de que iba a llegar tarde. 

No comprende que cuando no tengo noticias suyas la cabeza me da vueltas y pienso siempre en que ha ocurrido lo peor, que está tirada en una cuneta, que la han violado, que la han asesinado… 

Por favor, me digo, imagina cosas agradables: se estará tomando un rico helado de turrón o bailando en una discoteca o en la sobremesa de una mariscada, pero esos pensamientos no consiguen quitarme ese miedo que me inunda el alma cuando mi pequeña no está en casa.

Vuelvo a mirar a todo lo largo de la calle y veo venir a una pareja conversando y riéndose, se detienen en la farola de enfrente: ¡Cáspita! Es mi hija. Y ¿qué veo? Le está dando un beso apasionado a un joven de espaldas anchas y cintura estrecha y cuando se da la vuelta, ¡horror! Es el hijo de los vecinos del 5º.

Con esta pesadilla no contaba. Me voy a la cama. Mañana veré qué me cuenta mi hija.

 

© Marieta Alonso Más 

domingo, 7 de julio de 2024

Amantes de mis cuentos: La viuda

 




En el pueblo se la tachaba de insensible, que sus ojos verdes tan bellos no sabían llorar. Callada y serena ante imágenes que hacían verter chorros de agua al más rudo de los hombres, ella se mantenía imperturbable.

Despidió a sus padres, marido, amigos, sin que aflorara ni una sola lágrima. Iba al cine eligiendo películas tristes y tampoco era capaz de llorar; veía el telediario, los documentales no aptos para la sensibilidad de los espectadores y seguía con el maquillaje intacto.

Solo ante aquella ventana, la que estaba libre de miradas indiscretas, lloraba sin cesar recordando su engañosa vida de casada. Nunca, salvo continuas excepciones, pensó mal de su marido. Ahora, vestida de negro con el pelo recogido en un moño, hasta de espaldas se veían las huellas de su tragedia.

¡Ay, su marido! Era un hombre de cabeza pecadora y cuerpo casto.  Ante ella discurseaba sobre la moral, la necesidad de apaciguar las furias pasionales impuestas por la naturaleza, los tormentos de los apetitos insatisfechos, la alegría de los placeres consumados para acabar con que no había que dar rienda suelta a los instintos. ¡Hasta se daba duchas de agua fría para limpiar su mente de pensamientos obscenos!

Así fueron pasando los años: Ella deseando tener hijos y el practicando la castidad. Hoy ante esa ventana maldice la educación que recibió de su madre. Su marido vivió demasiado. Y, a ella, no se le ocurrió poner remedio cuando aún tenía edad de merecer.

 

© Marieta Alonso Más

 

 

 

 

domingo, 30 de junio de 2024

Amantes de mis cuentos: Medio de vida

 



Penumbra. El único hilo de luz llega desde la ranura de la ventana. La cama deshecha, la almohada por los suelos. El espejo con su marco labrado lo observa todo, guarda las imágenes. Es discreto y ante su presencia nadie se inhibe, porque no critica, no aconseja.

Se cepilla su pelo teñido de rubio frente a ese espejo que le devuelve una imagen cansada, con ojeras. El ritual del bidé ya lo ha hecho. La pomada grasa y pastosa la extiende por algún que otro cardenal. Se levanta despacio, con una mano tira al suelo las sábanas con manchas blanquecinas. Busca sábanas limpias y tiende de nuevo la cama. Se deja caer.

Ocho horas después se levanta como nueva. Llena de energía. Pone la lavadora. Arregla la habitación, quita el polvo, trapea los suelos. Cuelga la ropa. Hora de comer. Abre el frigorífico y se prepara en un santiamén un buen plato de comida con todas las sobras. Cuenta el dinero. Separa en sobres distintas cantidades. Esconde el dinero. Se va al supermercado de la esquina. Regresa a casa. Coloca la compra. Ya tiene de nuevo el frigorífico lleno. Plancha. Arregla el armario. Prepara un tentempié. Se sienta delante del espejo, se maquilla, se viste.

A … trabajar.  

 

© Marieta Alonso Más 

domingo, 16 de junio de 2024

Nuevo Akelarre Literario nº 104: Coche

 


Esta maravilla de la ingeniería ha dado lugar a los cuentos de este mes: relatos de amor, desamor, soledad y curiosidad adolescente.



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