domingo, 2 de junio de 2019

Amantes de mis cuentos: Sueños de un novel escultor







Según Miguel Ángel Buonarroti escultura es: «aquello que se hace quitando».

Siendo adolescente me pasaba el día dando forma a un sinfín de trozos de madera. Con yeso creaba figuras extrañas, con bronce hice un cañón y una campana. Hasta que un atardecer encontré en el sótano de mi abuela un gran trozo de mármol que me inspiró.
No dije nada a nadie para dar una grata sorpresa y me pasé muchas mañanas, tardes y noches trabajando como un loco.

El problema fue que no calculé bien y ya tenía esculpido el cuerpo con el ropaje, el brazo derecho con una mano que recogía las vestiduras con gran delicadeza, cuando caí en la cuenta que se me había acabado el material sin haber hecho la cabeza y a falta de la mitad del otro brazo, desde el codo hasta la mano.

Nada podía hacer pues si el tal Michelangelo tenía razón, todo «aquello que se hace añadiendo» es plástica. Y yo soñaba con ser escultor como él.

Me eché a llorar amargamente, como solo un chico de quince años es capaz de expresar la derrota. Me ovillé a los pies de mi estatua inacabada. Así me encontró la abuela. Casi le dio un síncope por haber utilizado aquel mármol que su bisabuelo había extraído de una famosa cantera italiana, y al que habían destinado para hacer algo muy importante, aunque nunca encontraron la ocasión ni el motivo.

Al verme tan compungido y siendo tan práctica como era, inspeccionó la estatua, le dio la vuelta varias veces, la miró de arriba abajo y decidió que mi maravillosa obra serviría para custodiar su tumba. Que me olvidara de Miguel Ángel, ella movería cielo y tierra para conseguir otro trozo de mármol. Esculpiría su cabeza y su rostro, pero de joven, total si los romanos cambiaban la cabeza a sus estatuas, yo también podría hacerlo. Lo que era el brazo le daba lo mismo. Y así ella se convertiría en la famosa abuela del más grande escultor del pueblo: su nieto.



© Marieta Alonso Más

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