domingo, 5 de junio de 2022

Amantes de mis cuentos: Una tarde en el museo

  


 

Estoy justo en esa edad en que comienzo a remar hacia la orilla. Ayer cumplí noventa y ocho abriles. Como homenaje a mi edad me dirigí al museo y me senté a contemplar un sarcófago que dicen es etrusco. A lo mejor soy uno de sus descendientes, es posible, porque si ellos anduvieron lo suyo, yo no me quedé atrás. Este pensamiento me llevó al día en que vine al mundo.

Según contaba mi madre corría la primavera y en los balcones florecían macizos de geranios, begonias, petunias… No di mucha guerra, al primer dolor me soltó, pero nací gordito y calvo, igualito a Churchill. Mi madre se fue ante la Virgen de la Vega y le pidió una salud de hierro para mí, ya que de belleza escaseaba. Se lo concedió. Nunca he estado enfermo. Ese día también se recuerda porque fue cuando las cigüeñas colonizaron mi aldea y desde entonces los vecinos no cesan de arreglar tejados.

Gracias a mi profesión de marino viajé por muchos países y llegué lejos, hasta Chile, ese país que para no caerse al mar se abraza a los Andes. Visité islas paradisiacas. Me enamoré repetidas veces, y me casé en cuatro ocasiones. No me quedó más remedio me dejaban viudo y un hombre como yo no debía estar solo. Tuve hijos, nietos, biznietos. Cuando llegó la hora de jubilarme me hice escritor y según una de mis nietas, que mucho se me parece, huelo a paquete de folios recién abierto. 

Creo que mi futuro se está acercando muy deprisa y me gustaría que alguien, algún día, se sentara a leer mis libros, y se recreara en ellos como yo lo he hecho ante este arte funerario que tan buenos recuerdos me ha traído.

 

© Marieta Alonso Más


No hay comentarios:

Publicar un comentario