domingo, 23 de enero de 2022

Amantes de mis cuentos: Inimaginable

  

A punto estaba de celebrarse la media maratón anual entre nuestro pueblo y el fronterizo, al que odiábamos como es preceptivo entre vecinos. No nos permitían bailar con sus hembras y en cambio venían a por las nuestras.

Este año teníamos un grave problema. Si no ganábamos la media maratón, las Liebres perderíamos un prestigio que buena falta nos hacía. Siempre habíamos ganado el primer puesto, era en lo único que sobresalíamos, pero este año nuestro corredor estrella estaba con una pierna escayolada por haberse subido a una encina y oteando el horizonte él muy tonto se cayó. El segundo puesto lo ganaba uno de los Piojos, corredor del otro pueblo. Yo quedaba tercero y por mucho que me esforzaba no era capaz de superar mi propio récord.

Ya se lloraba la catástrofe en el bar de la plaza cuando llegó el gran día. Y dieron la señal de salida. Venga correr, venga correr y venga correr. Pero no era capaz de adelantar al piojoso, que encima era guapo según la eximia opinión de mi novia. Llegando a la meta sentí que perdía fuerzas, era imposible ganar, los ojos se me llenaron de lágrimas, ni siquiera veía por donde iba.

Cuando de pronto, el hijo de la Petra, el más desgarbado y contrahecho del pueblo, tan feo que uno se preguntaba si aquello podría llegar a ser un camuflaje, aquel que su cabeza estaba cubierta por tupidos caballos rizados y negros como el azabache, la barba corta y espesa que se la dejaba crecer para disimular la boca media torcida, que caminaba con la espina dorsal arqueada y los brazos le servían de contrapeso para apoyar primero una pierna y luego la otra...

Pues justamente aquel engendro con un cono de cartón haciendo de megáfono se subió a lo alto de un castaño y con un vozarrón que sacaba de las entrañas de su desmesurada barriga vociferaba:

¡Venga, Liebre, que tú puedes! ¡Ánimo! ¡Eres el mejor! ¡Una mísera Pulga jamás ganará a una Liebre! 

Y con una rama haciendo de batuta animaba a que la muchedumbre gritara:

¡Liebre, liebre, liebre!

Era ensordecedor. Gané la carrera. Y desde entonces, el que había sido el hazmerreír de mi pueblo hace funciones de alcalde. Y lo hace bien.

 

© Marieta Alonso Más

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