domingo, 24 de octubre de 2021

Amantes de mis cuentos: Supervivencia

 

Foto: Trond Sætre Stegarud en Wikipedia
Tejón (Meles meles)

 

Una señorita tejona se despertó al crepúsculo nerviosa y pensativa. La noche anterior el macho dominante había muerto. No sabían si había sido cazado por un humano, o por otro depredador. Cada día ocurría algo parecido. Ahora quedaban en aquella guarida solo media docena de hembras. Eso no se podía consentir. Se autoproclamó líder del grupo y convocó una reunión urgente. Si los machos de su especie seguían muriendo a ese ritmo, ellas tendrían un grave problema a la hora de encontrar marido.

Se dividieron en tres grupos. Dos irían en busca de comida, a ser posible abejas y miel que era su alimento preferido, verdad era, que no le hacían asco a nada, ni siquiera desdeñaban la carroña. Dos se quedarían en la tejonera arreglando desperfectos, aumentando el conducto de escape y limpiando la cámara de letrinas para que todo estuviera impecable. Las otras dos irían en busca de aquel que las ayudaría a conservar su especie, que por algo habitaban en el planeta desde la antigüedad. No podía ser uno cualquiera. Tenía que ser fuerte, trabajador, serio, apasionado…   

Como el olfato y el oído eran sus más importantes virtudes, la vista les flaqueaba bastante, tomaron la decisión de acercarse a otros clanes con una bandera blanca desplegada. Pensándolo mejor decidieron que no. Tenían que buscar otra estrategia. Las hembras de otros clanes no estarían dispuestas a perder, ni siquiera a prestar a uno de sus machos. Defenderían agresivamente sus territorios contra congéneres extraños y mucho más si eran dos jóvenes con todos los atractivos de la edad.

Oyeron a lo lejos a dos tejones solitarios discutir por el territorio. Se acercaron contoneándose, indiferentes como si no los hubiesen oído ni olido. Pasaron por su lado conversando de trivialidades. Eso les llamó la atención, dejaron aparcadas sus diferencias y comenzaron a seguirlas. Así tejonas y perseguidores llegaron a la madriguera de aquellas hembras tan coquetas y bonitas. Las tejonas de la intendencia habían regresado y junto con las otras que habían terminado la limpieza salieron a recibirles portando deliciosa miel. Al ver que allí tenían una gran oportunidad de ser un gran macho alfa se fueron a enzarzar en una nueva pelea. No contaban con que la persuasiva líder les hiciera ver que la madriguera era lo suficientemente grande para que cupieran todos. Compartir era beneficioso para la salud y la procreación. Ellas no pondrían pegas ni con uno ni con el otro, todo sería consensuado.

Y desde entonces aquel clan de tejonas, a punto de extinguirse por la falta de esa especie que fecunda, fue capaz de una organización social que atribuía la titularidad del poder al conjunto de sus ciudadanos. Sin que se lo propusieran aquella tribu creó el primer grupo de tejones demócratas del mundo.

 

© Marieta Alonso Más

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