martes, 15 de marzo de 2016

Amantes de mis cuentos: Por aquí... por allá





Los cubanos están por todas partes.
En España, estés donde estés, siempre te encuentras alguno. Y si por un casual no nació allí, seguro que un hermano, un tío, un padre, un abuelo, sí lo hizo. Un día que tuve necesidad de un médico en la aldea más remota que he visitado en mi vida, allí estaba el galeno cubano que, después de auscultarme y mandarme a sacar la lengua me dice:
-Chico, tómate este medicamento tres veces al día, pero no dejes de hacer gárgaras de agua con sal. Eso es remedio santo. Me lo decía mi abuela.
No sé que arte me doy, pero siempre que viajo me encuentro con uno. En Budapest, resultó ser la guía turística que estaba casada con un húngaro. En Oslo, en un restaurante, el jefe de cocina… cubano, casado con una noruega. En Sidney, el cubano fue el recepcionista del hotel, casado con una australiana. En New York mejor no entro en detalles, había más cubanos que luces adornando Manhattan en Navidad. Recorriendo Polonia encontré una excursión de cubanos residentes en Miami. Tenían tal guirigay que aquello parecía el Caribe a pesar del frío. Casi todos estaban con una estampa de la Virgen de la Caridad del Cobre, no fuera a ser que su “Cachita” se pusiera celosa con tantos honores a la Virgen negra de Czestochowa.
Me fui al desierto. Cual no sería mi sorpresa cuando el beduino que llevaba mi camello habló en español con un acento inconfundible. Y aunque todos los cubanos con los que me había encontrado hasta ahora dijeron ser de La Habana, éste resultó ser de mi pueblo, porque… a estas alturas sabrán que yo también… soy cubano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario