Soy ladrona. Hace un mes
entré de madrugada en una casa de gente rica y, cuando ya tenía el botín, sonó
mi teléfono móvil.
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¿Dª Virtudes Leal?
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Sí, ¿qué quiere?
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Llamamos de Telefónica. Tenemos una oferta…
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Estoy ocupada.
Cuelgo justo cuando se
enciende la luz de la habitación.
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¿Quién es usted?
Es una anciana y se desmaya.
Miro alrededor y encuentro un perfume, de esos caros y se lo pongo debajo de la
nariz. Se va recuperando. La veo muy desvalida con la redecilla envolviendo sus
canas. Abre los ojos. Está muy nerviosa. A la mañana tiene una cita médica y no
tiene a nadie que la acompañe. Teme no enterarse de lo que le diga el doctor.
Me escucho decir: voy con
usted.
Me quedé boquiabierta nada
más decirlo. Ni que fuera hermanita de la caridad.
La llevé al médico. Como
estaba muy agradecida, me invitó a cenar. Ahora soy yo quien protege a esta
mujer de aquellos a los que les gusta lo ajeno.
© Marieta Alonso Más
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