Foto por Marieta Alonso |
María vivía con Euquerio, su marido, en una finca de
A Gloria nunca le faltaron papas, cebollas, malangas, frutas…
Un mañana enfermó María y tras un largo sufrimiento murió.
Fue enterrada en
Euquerio siguió con la costumbre de visitar semanalmente a su cuñada. Ella era muy conversadora, él de pocas palabras.
Gloria le decía de vez en cuando:
-Tenemos que averiguar qué hay que hacer para traer a María al cementerio de aquí. Quiero que esté enterrada junto a nuestros padres.
Euquerio decía:
-Bueno.
En otra ocasión le comentaba:
-Mi vecina me ha dicho que cuesta bastante hacer el traslado.
-Sí, eso dicen, contestaba él.
-Me da dolor de corazón pensar que María esté allí tan sola- pensaba en voz alta Gloria.
Euquerio asentía.
Más de una vez dijo:
-En la primera oportunidad vamos a Sanidad y preguntamos los trámites que hay que hacer.
Él, en voz baja, decía:
-Cuando quieras.
Así pasaron unos diez años. Ni una sola semana Euquerio dejó de visitar a su cuñada y, como siempre, venía cargado con su saco y hablaban de trasladar a María. Solo se tenían el uno al otro.
Un día llegó y, después de charlar un rato, Gloria preguntó:
-¿Qué me traes hoy?
Y Euquerio, señalando el saco, contestó:
-A María.
© Marieta Alonso Más
No hay comentarios:
Publicar un comentario