domingo, 22 de junio de 2014

Amantes de mis cuentos: Maneras de pensar

          
Sagrada Familia
El Greco, 1595  






        Mi mejor amigo es ateo. Yo soy creyente. Lo digo porque esto a él le trae por la calle de la amargura.


Nos vemos todos los días. Nos sentamos en un banco de madera. Estamos en “paro”. 


Cada día saca el mismo tema de conversación, intenta convencerme racionalmente de la “no” existencia de Dios. Se exaspera cuando al término de su perorata y su consabida pregunta, contesto:

- Yo no discuto si existe o no. Yo quiero que Dios exista.

Ha hecho un curso de Teología aplicada para estar bien ducho en la materia, yo sé de religión lo que me enseñaron en la Catequesis.

Me acompaña a misa y lo critica todo: que si el oficiante es un cura de misa y olla, que si es una rata de seminario, que si es un hipócrita asotanado.

Le pido que se tranquilice, si Dios no existe no tiene que tener en la boca cada dos por tres su nombre, y me suelta que el culto a la verdad es uno de los ejercicios que más eleva el espíritu y lo fortifica. Así que el día que toca practicar con la verdad saltan chispas.

Yo le digo que por creer en un Ser Superior es por lo que intento cumplir con los mandamientos de la Ley de Dios. Me contesta que él cumple con todos los mandamientos sin tener que creer en Él.

Teme que, si no pensamos igual, llegará un momento en que dejemos de ser amigos.

Tan fuertes han llegado a ser sus conocimientos en religión que le ofrecieron trabajo en el arzobispado de la ciudad que nos vio nacer. Y lo aceptó.

Yo sigo en el paro. 


© Marieta Alonso Más  

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