domingo, 28 de agosto de 2022

Amantes de mis cuentos: Lógica materna

 


 

Su madre tenía una muletilla que soltaba de golpe: las hijas eran las que cuidaban a los padres.

Y ella les cuidó hasta que una mañana, no despertaron.

Sus hermanos aparecieron de inmediato y antes de efectuar el sepelio ya estaban preguntando por las cuentas bancarias. Como no le gustaban los enfrentamientos, se puso a pensar que total…, a la larga lo que cogiera hoy iría a parar mañana a manos de sus sobrinos y les dejó hacer. Le permitieron quedarse en la casa donde siempre había vivido, en usufructo. Todo lo demás fue a parar a manos de ellos. Aceptó.

Sin habérselo propuesto la suerte vino en su busca. En las primeras Navidades compró dos décimos y como nadie venía a visitarla se olvidó de hacer participaciones. Le tocó el Gordo. Y se dedicó a conocer mundo.

Al año se había cansado de tanto viajar. Por lo que decidió asentarse durante un tiempo en un país remoto donde organizó una especie de entidad bancaria que ofrecía pequeños préstamos. Trueques que se dice. La primera casa construida fue la escuela. Ella fue la maestra. Diez años les dedicó. Tiempo suficiente para un buen empujón.  Siempre les decía:

-Espabilen. Para vivir hace falta coraje. El hambre no es plato de buen gusto. 

Los de ánimo laborioso le hicieron caso, los achantados esperaban que el maná les bajara del cielo. Volvió a casa. Se trajo consigo a seis niños y seis niñas, que estudiaron, trabajaron y la vida les cambió.  

La edad provecta hizo su aparición y uno de los chicos, el soltero, el que estudió Medicina, se vino a vivir con ella, mimándola y cuidándola con más entusiasmo de lo que ella demostró con sus progenitores.

Mirando hacia el cielo se dirigía a su madre: 

Por una vez en tu larga vida, mamá, te equivocaste. Los buenos hijos también arriman el hombro.  

 

© Marieta Alonso Más

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