martes, 18 de mayo de 2021

Amantes de mis cuentos: La magia en cada rincón (Versión francesa)

  






La magie dans tous les coins








La cousine Gisel aimait les fleurs. À vingt-trois ans, allant du bras de son père jusqu’à l’autel, le bonheur jaillissait de ses yeux et elle montrait à ses amies le précieux bouquet de marguerites qu’on lui avait offert. Ils avaient déjà dit oui, et tout à coup! on a entendu des cris et des détonations.

Elle sentit que son mari déconcerté la jetait par terre et se jetait sur elle pour la protéger. Elle fut la seule survivante de ce massacre. Quand tout fut devenu silencieux, et avant l’arrivée de la police, elle  sortit de l’église avec sa robe blanche toute tachée de sang, serrant fortement son bouquet de mariée.

Elle arriva dans la maison solitaire de son enfance, mit le bouquet de fleurs dans un vase en céramique, prit la moitieé d’une d’aspirine et la jeta dans l’eau, puis elle s’assit à attendre sans savoir quoi.

Les années passaient les unes après les autres jusqu’à dix et chaque matin au réveil elle souriait à ses marguerites, toujours si fraîches et luxuriantes. Elle leur disait bonjour, les aspergeait d’eau et commençait sa routine.

Jusqu’à ce qu’un matin, en entrant par la porte du lycée où elle enseignait, elle se heurta sur un homme d’air égaré, un nouveau professeur. Peu à peu, il fleurta avec elle en lui envoyant des fleurs, lui offrant des chocolats, une autre de ses faiblesses, et il arriva ainsi à lui pénétrer le cœur.

Le mariage fut célébré dans l’intimité et après le banquet ils retournèrent à la maison. Malgré le calme, il y avait quelque chose d’étrange dans l’ambiance. Elle se dirigea vers la chambre à coucher. Les marguerites s’étaient enfuies et seul un pétale attendait sur la table, qui, en la voyant, s’envola vers elle, se posa sur ses lèvres, puis disparut.

 

 Traducida con todo cariño por: 

María Ramírez Sánchez nació en Melilla y con 8 añitos se fue a vivir a Oujda, una ciudad del entonces protectorado francés del norte oriental de Marruecos, a muy pocos kilómetros de la frontera con Argelia. Con 21 años se vino a Madrid, donde ha trabajado haciendo traducciones francés-español hasta su jubilación, y donde ha formado una bonita familia de la que se siente muy orgullosa. 

Un millón de gracias María.  


La magia en cada rincón

 

La prima Gisel sentía pasión por las flores. A sus veintitrés años, yendo del brazo de su padre hacia el altar, la felicidad le brotaba por los ojos y enseñaba a sus amigas el precioso buqué de margaritas que le habían regalado. Ya habían dicho el sí quiero, y ¡de pronto! se oyeron gritos y detonaciones.

Sintió que su desconcertado marido la tiraba al suelo y se le echaba encima para protegerla. Fue la única superviviente de aquella masacre. Cuando todo se volvió silencio, y antes de que llegara la policía, desanduvo el pasillo con el vestido blanco manchado de sangre, abrazada al ramo de novia.

Llegó a la solitaria casa de su niñez, puso el ramillete en un búcaro de cerámica achaparrado, partió una pastilla de aspirina por la mitad y echándola en el agua, se sentó a esperar no sabía qué. 

Los años fueron pasando uno detrás de otro hasta diez y cada mañana al despertar sonreía a sus margaritas, asombro de todos por seguir tan frescas y lozanas. Les daba los buenos días, las salpicaba con agua y comenzaba la rutina.

Hasta que una mañana, al entrar por la puerta del instituto donde impartía clases, tropezó con un hombre de aire despistado, un nuevo profesor. Poco a poco la fue camelando con flores, agasajándola con chocolate, otra de sus debilidades, y así fue calando en su corazón.

La boda se celebró en la intimidad y tras el banquete regresaron al hogar.  A pesar de la quietud había algo extraño en el ambiente. Se dirigió al dormitorio. Las margaritas habían huido y solo un pétalo esperaba sobre la mesa, que al verla voló hacia ella. Se le posó en los labios y desapareció.

 

© Marieta Alonso Más        

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