domingo, 16 de junio de 2019

Amantes de mis cuentos: ¿Hipócrita... yo?


Era una mujer tímida, amable, incapaz de un exabrupto. Quien bien la conociera jamás la tomaría por tonta, pero alguien podría pensar que al ser tan discreta se la podría apabullar con facilidad. Craso error.

Ni siquiera sus padres y hermanos llegaron a percatarse de su carácter como lo había conseguido su abuela. Bastaba que ella hiciera alarde de callada y recatada, para que la abuela bajase la vista y sonriera. Luego con el pretexto de rezar las oraciones de la noche, se iban juntas a dormir y la anciana le susurraba al oído:

‒¡Qué fingida eres, mi niña!

Esa era la palabra mágica para dar rienda suelta a sus conversaciones secretas, comentando con lujo de detalles lo hablado en las tertulias vespertinas, con las amigas sentadas a la puerta de la casa, unas veces bordando y otras tejiendo. Si se quería pasar desapercibida era mejor no cruzar por aquella calle. También hablaban de lo sucedido en la escuela y de sus compañeros de clase.

‒Abuela, ¿por qué la Paca finge ser amiga de la Manoli?

Ahuecando la almohada, pensaba cómo le diría a una niña de diez años, que la hipocresía era una de las tantas caras de la mentira. Que la Paca condenaba el adulterio mientras lo cometía con el marido de la Manoli. Que las dos sabían perfectamente lo que estaba ocurriendo, pero una de ellas no se daba por enterada por la cuenta que le traía.

‒Abuela, ser íntegra debe ser muy agotador ¿verdad?

‒Y que lo digas, mi niña, pero hay que intentarlo.

Los años fueron pasando demasiado rápido, la abuela murió y la nieta sentía que le hablaba desde el más allá, cada vez que su comportamiento rayaba la hipocresía.

‒¡Qué bien que no se oye lo que piensas! ‒le asaeteaba una voz como si controlara la risa.

Y ella invariablemente le contestaba:

‒¡Ay, abuela! ¡Cuánto te echo de menos!



© Marieta Alonso Más

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