Me ocurre algo extraño. Siempre he sido una persona cachazuda, flemático dirían algunos. Tiendo a razonarlo todo.
Más de un tiempo a esta parte si abro las puertas de mi armario veo a un muerto en posición fetal sobre mis camisetas, si estoy sentado en la taza del baño, concentrado mirando hacia el suelo, veo unos zapatos blancos y negros, sigo poco a poco subiendo mis ojos por unos pantalones impecables y me ciega un destello, si yendo al volante de mi coche freno ante un semáforo en rojo, el coche de mi derecha o el de mi izquierda ‒lo mismo da‒ baja las ventanillas y me apunta una ametralladora, si estoy acostado leyendo oigo abrir la puerta muy despacio y un cuchillo asoma, si voy al parque con mi sobrino lo raptan ante mis narices…
Y me quedo petrificado. Soy incapaz de reaccionar ante estos hechos.
Hoy, dos hombres vestidos de blanco, han llamado a mi puerta e intentan con una sonrisa y una palmadita en el hombro, ponerme un chaleco. Me invitan a salir de mi propia casa.
¡Oigan! Creo que hay un pequeño error. Solo soy adicto a los telediarios.
© Marieta Alonso Más
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