En la casa misteriosa encalada, con la puerta de entrada de color verde y la chimenea humeante por el tiro defectuoso, sestea el gato.
La ventana está abierta y la cigüeña parece que lo mira desde lo alto del campanario.
Su dueña, la anciana a la que las piernas aun le sirven para arrastrar con pasos cortos las negras y ajadas pantuflas se prepara para ingerir una olorosa sopa de cocido con muchos fideos dentro.
Un ruido extraño hace saltar al gato y volar a la cigüeña. La sopa se ha derramado.
En la casa callada el gato comienza a dar vueltas alrededor de la mesa, mientras su ama desde el suelo, lo mira fijamente.
© Marieta Alonso Más
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