domingo, 3 de junio de 2018

Amantes de mis cuentos: Semblanza de mujer


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Hoy, como todos los miércoles, he ido de visita a un museo. Llevo horas sentada ante este cuadro, embrujada por esa mirada inescrutable. Sonrío. Sus ojos hablan de una mujer romántica pero los labios denotan fortaleza. Lo mismo que yo, que me cuesta actuar pero si me hacen daño no me dejo poner un pie encima.

Un hombre bien plantado se sienta a mi lado y se pregunta en voz alta qué secretos guardará esa imagen. Sonrío.

-Todos tenemos algo que ocultar -afirmo en un murmullo.

-Por supuesto -responde el desconocido.

No tengo por qué contarle mi vida a nadie, ¿qué podría decirle?, pero y ¿si me desahogo achacándole a esta mujer lo que a nadie se me ocurriría contar? ¿Por qué no ahora?

-Mire usted sus ojos -señalo- no es tristeza lo que reflejan. Es determinación. La imagen de su marido la persigue en sueños, cada noche se esconde entre las sombras, sin hablar, con su mirada fija en ella, esperando. Cada mañana despierta como si estuviera acompañada. Cada tarde oye los sones de aquella canción que bailaron muy apretados el día en que se conocieron. Tenía quince años. La embaucó con su lisonja, su presencia, susurrándole amor al oído. Tonta de ella que le creyó.

-La edad -razonó el hombre- propicia locuras.  

-Pues sí -asentí.

-Continúe, por favor.  

-Le hizo dos hijos y sin venir a cuento, una noche estrellada regresando de una fiesta, le comentó con pelos y señales que tenía relaciones con una docena de mujeres. No se lo podía creer. Vanagloriándose apretó el pedal y aceleró para darle mayor ímpetu a sus palabras, que  no fueron otras que ofrecerle… Sintió que la sangre se le iba a los pies. Como si fuera un chiste: podía marcharse con los niños -soltó con su mejor sonrisa- o trabajar de lavandera, o ser complaciente con los amigos que él podría traer cada noche.

Pedazo de cerdo, pensó. Miró hacia la carretera, los árboles pasaban vertiginosamente. Tan violento fue el volantazo, que el automóvil -ese con el que tanto presumía-, derrapó primero para volcar después. Ella tuvo tiempo de salvarse al saltar con la agilidad de su juventud. Se le daba bien medir los tiempos.

Tras el féretro lo práctico se impuso. De acuerdo con las otras amantes, ahora se dedica a regentar el negocio tan bien montado por su marido.

Que aparezca cada noche en sus sueños, debe ser que está impaciente por vengarse de ella. ¡Infeliz! Tiene para rato.

-Y usted ¿Cómo lo sabe?

-Intuición, caballero, intuición.

© Marieta Alonso Más




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