miércoles, 13 de diciembre de 2017

Amantes de mis cuentos: Luz del amanecer (Versión francesa)



LUMIÈRE DU JOUR


L'éclat de l'aurore habille d'argent les échines des thons. Une lumière blanche et bleue dans les eaux, dorée dans la dunette. Je devine qu'il le sait. Aujourd'hui la pêche a été abondante. Depuis notre enfance nous travaillons, coude à coude dans la capture du thon. La pêche du thon, comme autrefois pour les Romains, n'a pas de secret pour nous. Les pêcheurs les plus expérimentés les sélectionnent, l'un d'eux pèse deux cents kilos. Les visages rient.

Après le dépeçage je lui parlerai. Nous dominons le ronqueo, qu'on appelle ainsi par le bruit que la machette produit après être entrée en contact avec l'épine dorsale. Avec la gaffe levée, il me regarde fixement. Je baisse les yeux. Quelqu'un est allé le lui raconter.

On dit que de ce poisson nomade, comme du porc, on profite de tout: la nuque, le tarantelo, la queue blanche, les frais de grain, celles de lait, les échines et le coeur. Sur le banc mon ami place le mormo, le contramormo, situé juste entre la tête et la nageoire. Près de ceux-ci le cou, nous savons tous les deux comment sa femme les prépare. Il me regarde de nouveau et aiguise le poignard. Il n'y a personne entre nous. Il jette avec rage à un container la peau et les épines.

Comment lui faire comprendre que depuis que nous étions enfants nous aimons la même femme, la sienne, que j'ai voulu m’eloigner et il m’en a dissuadé? Hier soir ce fut la seule fois. Je le jure et je le regrette, mais je ne peux pas le tromper. Je n'ai jamais été aussi heureux que pendant ces heures auprès d'elle. Comment lui dire que cela n’arrivera jamais plus? Que je pars pour toujours. Que ce ne fut qu’un moment de faiblesse.



Il ne me donne pas l’occasion. Avec la même furie qu’il a jeté les restes au container, il laisse le couteau, me pique avec le crochet et me lance à cette mer qui semblait aujourd'hui sereine.



Traducida por: 

María Ramírez Sánchez nació en Melilla y con 8 añitos se fue a vivir a Oujda, una ciudad del entonces protectorado francés del norte oriental de Marruecos, a muy pocos kilómetros de la frontera con Argelia.


Con 21 años se vino a Madrid, donde ha trabajado haciendo traducciones francés-español hasta su jubilación, y donde ha formado una bonita familia de la que se siente muy orgullosa.

Muchísimas gracias María. 


Luz del amanecer

El brillo de la aurora viste de plata los lomos de los atunes. Luz blanca y azul en las aguas, dorada en la toldilla. Intuyo que lo sabe. Hoy la pesca ha sido abundante. Desde niños trabajamos codo con codo en la captura del atún. La almadraba, al igual que antaño para los romanos, no tiene secreto para nosotros. Los pescadores más experimentados los seleccionan, uno de ellos pesa doscientos kilos. Ríen los rostros.

Tras el despiece hablaré con él. Dominamos el ronqueo, que así se le llama por el ruido que el machete produce al entrar en contacto con la espina dorsal. Con el bichero en alto me mira fijamente. Bajo los ojos. Alguien le ha ido con el cuento.

Se dice que de éste nómada pez, al igual que del cerdo, se aprovecha todo: el cogote, el tarantelo, la cola blanca, las huevas de grano, las de leche, los lomos, y el corazón. Sobre el banco mi amigo coloca el mormo, el contramormo, situado justo entre la cabeza y la aleta. Junto a ellos el morrillo, sabemos los dos lo rico que los prepara su mujer. Me vuelve a mirar y afila el puñal. No hay nadie entre nosotros. Tira con rabia a un contenedor la piel y las espinas.

¿Cómo hacerle comprender que desde niños amamos a la misma mujer, la suya, que quise poner tierra por medio y él mismo me disuadió? Fue anoche la única vez. Lo juro y lo siento, pero no puedo engañarlo. Nunca fui tan feliz como esas horas junto a ella. ¿Cómo decirle que no volverá a suceder? Que me marcho para siempre. Que fue un momento de debilidad.

No me da lugar. Con la misma furia que tiró los restos al contenedor deja el cuchillo, toma el gancho, me pincha y me arroja a ese mar que hoy parecía sereno.

© Marieta Alonso Más 

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