domingo, 14 de mayo de 2017

Amantes de mis cuentos: Un masaje tailandés


Dibujo de puntos de acupresión  de las líneas Sen.
Templo Wat Pho en el distrito Phra Nakhon, Bangkok, Tailandia

Dedicado a Nina: 
La  mejor  guía turística deTailandia.


Me llamo Malai, que significa guirnalda de flores, soy tailandesa, y vamos a hacer un bonito recorrido por mi país. Mi grupo es de españoles. Es lo que hay. Esta es una de las tantas máximas tailandesas. Otras son: “No pasa nada”, “Hay que tener paciencia”.

Soy vendedora de mi país al promocionar alimentos con todo lo que como. Siempre digo que es importante tener el corazón iluminado porque lo que siembres, recogerás.

Me gusta explicar todo muy bien para que no haya equívocos. Durante el camino haremos paradas técnicas, iremos al aseo para hacer asunto pequeño o asunto grande, según las necesidades de cada cual. Les pido repetir sus nombres porque mi memoria es buena pero corta. Cuando estemos con los monos tengan mucho cuidado... les gustan las rubias con pelo largo y utilizan sus cabellos como hilo dental.

Entre mi eventual familia española se encuentra Isaac, que pasa de la segunda edad sin llegar a la tercera. Creo que el pobre es una calamidad. Le pasa de todo. 

En Chiang Rai les hablé de la posibilidad de darse un masaje y todos se animaron. Les asesoré que si el masaje resultaba fuerte había que decir: Bao-Bao (más suave). Si por el contrario era demasiado suave se debía rogar: Reang, reang (más fuerte).

Otro consejo muy importante es que el sexo femenino debe quedarse con su braguita y el masculino con su slip, para tener a resguardo su tesoro.  

Isaac fue el primero en apuntarse y se acostó en la camilla. Al principio todo iba bien pero poco a poco el masaje se fue intensificando.

Reang, reang −rogó bajito−.

Reang, reang −alzó la voz−.

¡Reang, reang! −gritó−.

¡Reang, reang! ¡Reang, reang!−pataleó.

−¿Qué sucede? –Esa era yo que asustada llegaba corriendo.

−Este hombre es un sufridor −comentó la masajista temerosa de haberse topado con un sadomasoquista.

−No. Si es un bendito. Seguro se enredó con las palabras. Habrá querido decir: Bao-Bao.

Me acerqué a la camilla: ¡Isaac despierta!, ¡Isaac háblame!, ¡Isaac!

−No le llames así –me recriminó la masajista.

Y ahí se enteró el pobre Isaac que el significado del fonema de su nombre en thai, era el aumentativo de cabra.   

A partir de ese momento pidió que le llamaran Pepe y se pasó el resto del viaje saltando como la pantera rosa y con unas ojeras más grandes que las del oso panda.


© Marieta Alonso Más

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