domingo, 28 de agosto de 2016

Amantes de mis cuentos: Iré a Santiago

La Puerta del Perdón.
Catedral de Santiago de Compostela



Soy un Renault 4 TL de color blanco y con el número de matrícula M -9774-EU.  Si no estuviera enamorado de quien hasta ahora me ha conducido por esos mundos de Dios, a lo mejor estaría aparcado en un desguace. Supe de siempre que nuestro amor era imposible, pero los sentimientos están ahí. No puedo evitar amarla con todas mis fuerzas por muy canija que sea.

Esa mujer de la que estoy enamorado es preciosa, recogidita, más dulce que el azúcar de caña, sabe de todo: ciencia, arte, historia, geografía… Es verdad que la inteligencia emocional la tiene algo desequilibrada, pero yo… muero por ella.

Ayer me vendió a un concesionario. Ni una lágrima echó al entregar la llave, que es mi corazón, a un desconocido. Tampoco se dio la vuelta para decirme adiós.

Estoy hecho añicos. He llorado tanto que ha quedado reluciente la carrocería. Reacciono. Nunca más seré esclavo del amor. Se acabó sufrir por una mujer que me despreció sin un ápice de sensibilidad, a quien le ofrecía ternura, amor y comprensión. 

Me hago con la llave de la forma más sutil y me largo a Vallecas, al taller del hombre que hizo posible que sea como soy. El que puso su saber a mi servicio. El que me dio alma y voz. Se llama Ricardo y es el mejor mecánico del universo. Se alegró al verme aunque se preocupó cuando le expliqué que ahora soy un coche fugitivo.

Le cuento mi calvario, que mi chica va por el mundo a trompicones, que he soportado todos sus escarceos amorosos con dignidad y que ahora se deshace de mí como si fuera chatarra. Me escucha en silencio. Él también ha sufrido lo suyo con las mujeres. Le está dando vueltas a un tal camino francés que va desde Roncesvalles a Santiago, es una especie de peregrinaje, observa.

-         Te llevo-, le digo.

Me miró con ternura. Yo he sido lo mejor que ha hecho en su vida. Así que nos vamos en busca de una Credencial para que nos sellen las etapas. Ya podemos comenzar la andadura pidiendo a gritos dos milagros: mi amigo encontrar esa mujer con la que sueña y yo volverme a enamorar y ser correspondido. Puede que esto sea demasiado para el Apóstol… pero la fe mueve montañas.


© Marieta Alonso Más

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