jueves, 21 de abril de 2016

Amantes de mis cuentos: La ventisca


La nevada
Francisco de Goya, Museo del Prado, Madrid




Nos fuimos a la montaña en busca de paz, amor, naturaleza. Llegamos a la cumbre. Tras ejercitar cada uno de nuestros músculos, nos sentamos a tomar el sustento, lo llamó uno, el condumio, otro; la pitanza, el de más allá. Nos comimos hasta las migajas y nos quedamos dormidos.

El primero despertó por el repiqueteo de agua nieve, avisó al segundo y éste al tercero. Puestos en pie comenzamos a desandar lo andado.

Como si no fuera el mismo que pudimos ver por la mañana, el paisaje cambió. La tormenta inesperada nos envuelve más y más. En silencio se va colando el miedo, nos zarandea, hace mella en nosotros. El rugir del viento, las montañas sordas, el silbido entre los árboles, las ráfagas de lluvia, nos hacen caminar con los ojos puestos en la tierra. Llevábamos en el macuto mantas y nos las ponemos sobre los hombros. No es bueno que la noche te caiga encima sin un lugar donde guarecerse.

Bajar. Caer. Ánimo. En pie. Lluvia.

Bajar. Caer. Ánimo. En pie.

Bajar. Caer. Ánimo.

Bajar. Caer.

Bajar.

Y al llegar al bajío, en un recodo del camino el vendaval amainó, el viento calló y el silencio se hizo ladridos, rebuznos, conversaciones.


© Marieta Alonso Más

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